sábado, 6 de junio de 2015

Ya tenemos casa nueva


En 1998, decidimos cambiar de vida. Compramos un terreno, diseñamos "la casa feliz" y emprendimos la gran aventura, de vivir en el campo.

Fue un arduo trabajo, lleno de ilusión. Dos años más tarde, nos trasladamos a nuestro nuevo hogar. Los comienzos no fueron fáciles, pero salimos adelante.

Publico quince años más tarde, un artículo que escribí entonces "con ánimus jocandi", para compartir, con amigos y familiares, la gran noticia del "cambio de vida".

"Ya tenemos casa nueva"

El banco y nosotros, os invitamos a nuestra nueva casa.

Siempre tendréis abiertas las puertas de nuestra casa, pero sólo a partir de septiembre, estará “apta para el consumo”. 

Ya nos hemos olvidado de la ventana que pusieron en uno de los dormitorios, que tenía el sistema de apertura desde la calle.

También nos alegramos de la solidez de nuestro matrimonio, tantas veces puesto a prueba en la elección de los azulejos, los suelos, la ubicación de los enchufes, los colores de las pinturas, los sanitarios y tantas cosas más.

Afortunadamente todo va bien:

El frigorífico ya entra en el mueble especialmente diseñado para él; tampoco expulsa ya la basura del triturador; el horno convencional ya funciona y el microondas ya no se cae.

Han arreglado las dos cisternas que estaban averiadas.
La televisión casi se ve bien; como le da directamente el reflejo de la luz de la ventana, los fallos quedan disimulados.

Afortunadamente todo va bien:

Nos hemos cambiado a una casa más grande, pero tenemos unas treinta cajas de “artículos inservibles de primera necesidad”, que estorban por el suelo, pues no nos caben.

El extractor de humos de la cocina ya lo echa por su sitio, en vez de lanzarlo violentamente a los ojos.

Nos han reparado la tubería rota de las aguas residuales y ya no sale la mierda por el rebosadero del garaje. Acostumbrados al olor de las vacas, que los del pueblo llaman la “colonia de campo”, no nos habíamos percatado de lo que se “cocía” bajo nuestra soñada casa.

Afortunadamente todo va bien:

Ya tenemos teléfono, pero al electricista se le olvidó poner conexiones en el salón y en la cocina. La verdad es que no tiene mucha importancia, pues cuando llaman a casa, subimos al primer piso con mucha rapidez, porque cuando llegas al teléfono, a veces te han colgado.

El jardín está muy bonito. Ya no se notan los dos o tres agujeros que cavé por cada árbol a plantar, por no haberlo consensuado a tiempo con mi mujer. 

La enorme roca que se ve desde la cocina ha quedado preciosa. Encontramos su ubicación definitiva al tercer traslado, pero después de todo, solo pesa unas tres toneladas.

Eso si, el césped no acaba de salir bien en las zonas este, sur y oeste (por la zona norte no hay problema, porque está asfaltada)

La gran noticia, es que nos han puesto el tapón que faltaba del depósito de gas oíl y que el proveedor no nos cobra los 93 litros que se derramaron en el jardín.

Afortunadamente, todo va bien:

En nuestra parcela, hemos visto zorros, mirlos, aguiluchos, tórtolas, gaviotas, garzas, garcetas, comadrejas… y topos, ratas, ratones, moscas, moscones y moscardones.

Nuestros amigos los caracoles, nos quieren mucho y trepan por la fachada por cientos, entrando en casa por las ventanas.

El autobús escolar recogía al hijo pequeño, en la puerta de la urbanización, pero hasta que empiece nuevamente el curso en septiembre, no se lo volverá a llevar.

El panadero trae el pan a casa, pero yo me voy a trabajar antes de que llegue y los domingos puedo desayunar más tarde, pero no trae pan.

Afortunadamente, todo va bien:

El cartero nos deja la correspondencia en una preciosa caja de zapatos que hemos clavado provisionalmente en la caseta de los contadores de agua.

En nuestra mesa de cocina se comía maravillosamente, pero la han llevado a reparar, porque el grueso tablero de 6 cm de espesor, se ha desencolado.

Los tres hijos, están aún sin camas definitivas, porque nos las enviaron con unas medidas no acordes con los colchones que ya habíamos comprado.

Afortunadamente, todo va bien:

Aún no nos han picado los mosquitos; el ruido de los grillos no nos molesta y las cagarrutas que deja la lechuza en la ventana del dormitorio principal nos dan asco.

El palo que cogí con la mano en la tierra del jardín, resultó ser una culebrilla sin importancia, en vez de una víbora como la que maté hace unos días.

¡Estamos felices! El paisaje es extraordinario; dormimos maravillosamente agotados por tantas emociones.

Poco a poco superamos el caos organizado y lo mejor de todo, es que ya sólo nos quedan 20 años de hipoteca.

"Epílogo"

La construcción de la vivienda nos salió bien, aunque con los años, comprendo muy bien el siguiente proverbio:

"la primera casa que hagas, véndesela a tu enemigo. La segunda, véndesela a un amigo. La tercera que te hagas, quédatela tú"

Durante los años pasados, hemos vivido felices en plena naturaleza; nuestros hijos han crecido y han volado del nido.

Mi mujer y yo, permanecemos bajo "el síndrome del nido vacío", en una casa que ahora se nos antoja enorme.

Ya jubilado, dedico mi tiempo al jardín, la huerta, la escritura y muchas aficiones más.

Disfrutamos del silencio y de la paz del campo, pero disfrutamos aún más, los "ruidos de la vida", en forma de hijos y nietos.

Hemos olvidado los inconvenientes de hacer una casa y ahora, todo funciona con normalidad.

Conocemos cada ruido del hogar, como el choque de los pájaros en las ventanas o su revoloteo, cuando caen por la chimenea.

Pero lo que más nos gusta, es siestear bajo la manta en el sofá o ver los amaneceres y atardeceres de nuestro paisaje.

En definitiva, nos afanamos en alcanzar nuestra felicidad.


















Primer intento

                                                                 Consenso
Plantación definitiva




 














No hay comentarios:

Publicar un comentario