jueves, 15 de enero de 2015

El siglo de las mujeres

 

Cuando cursé la carrera, las mujeres eran relativamente escasas en la Universidad y estudiaban fundamentalmente magisterio, filosofía, enfermería y  farmacia. Entre los universitarios estaba de moda la izquierda, mayo del 68, Jean Paul Sartre, Marcuse y correr delante de los grises. Fueron unos tiempos convulsos,  especialmente en las universidades y en las zonas industriales españolas.

Actualmente, todo es diferente; la Universidad está en calma y las siglas que portan los jóvenes no son tanto de partidos políticos, como de marcas de ropa, hasta parecer la sección de anuncios de un periódico.

En cuanto a las mujeres, éstas han demostrado la superioridad del sexo débil: han tomado la iniciativa, se han adueñado de las universidades, se han incorporado a las fuerzas armadas, ganan a los hombres en las oposiciones y consiguen puestos cada vez más relevantes en la sociedad. Ya no tienen que vivir junto a un hombre como si este fuera un plan de pensiones. Es el ocaso del machista pesimista con boina que quiere tener la mujer en casa, mientras porta la alianza matrimonial como una medalla al sufrimiento por la patria.

Este artículo, es un público homenaje de admiración por la enorme evolución que  han protagonizado las mujeres. No lo han tenido fácil, porque han debido luchar contra prejuicios y temores de varones que se creían en el centro del poder y aún deben superar grandes retos en todos los ámbitos de la sociedad, las ciencias, la política, las artes y el deporte, por ejemplo. Es cierto que esta progresión no ha sido pareja en todas las capas de la población,  pero ésta es tan evidente como imparable y podemos decir, que el siglo XXI es sin duda, el siglo de las mujeres.

Dicho esto, debo añadir, que me apena y me preocupa que algunos políticos, deseen tomar un atajo equivocado para acelerar esta tendencia. Comparto plenamente la equidad en el reparto de las tareas domésticas en el hogar; la plena incorporación de las mujeres en las áreas de decisión de las empresas;  la equiparación en la representatividad sindical y  política;  etc., pero no considero razonable, ni eficaz, que el método que se desea utilizar para alcanzar estos objetivos, sea asfixiar la sociedad.

Más que en la imposición forzada de cuotas femeninas en cualquiera de los ámbitos de decisión, que genera “mujeres florero” que en nada favorece el progreso y el prestigio de las mujeres;  más que en la invasión de la sociedad civil, con “agentes” que vigilen el desarrollo de la igualdad de sexos; más que en el intervencionismo en los centros de poder o del pensamiento, vía subvenciones, penalizaciones de contratos públicos o simplemente, sanciones administrativas; más que en la manipulación del lenguaje, mediante campañas de “acostumbramiento lingüístico” de la sociedad, haciendo un daño irreparable a la lengua española, patrimonio de la Humanidad, yo creo en otros modos de alcanzar los mismos objetivos y sobre todo, creo en las mujeres y en la propia sociedad civil.

Debe fomentarse la igualdad  entre sexos, desde la igualdad de oportunidades ya desde la infancia; primando la formación, la capacidad, la justicia, la responsabilidad, la solidaridad, el equilibrio (ajeno a la ley del péndulo) y por supuesto, la libertad.

No, no es bueno interferir y controlar las relaciones familiares, la actividad empresarial y la sociedad. No es eficaz poner puertas al campo e invadir la sociedad hasta ahogar su libertad.

Las mujeres españolas dirigen bancos y barcos o pilotan aviones; gobiernan empresas; dirigen partidos políticos; presiden parlamentos nacionales; son presidentas de CCAA;  son ministras, bien es verdad que con muy desigual éxito entre ellas y son alcaldesas. Triunfan en la música, el cine, el teatro, la literatura y las ciencias. Nuestras mujeres saben llegar a las 8 cimas más altas del mundo; descender a las simas más profundas y alcanzar cualquier meta que se propongan, porque tienen constancia, determinación, valía y coraje. Al mismo tiempo, son capaces de crear un hogar y una familia, auténtico pilar de la sociedad.

Dejemos pues que la sociedad evolucione desde abajo arriba;  dejemos que las mujeres se ganen su propio futuro y que lleguen las mejores y evitemos el éxito forzado e injusto de mujeres cuotas que con expresiones sobre la masculinidad del PIB o los miembros y las “miembras”, provocan un daño irreparable a las que realmente merecen llegar al sol del triunfo personal.

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