sábado, 10 de enero de 2015

Sudor en la nieve


En la noche del 30 de noviembre, volvieron a encender las velas del candelabro. El hijo joven había hecho amasijo de carne picada a la plancha coronada con queso, patatas hervidas y judías cocidas. Me pareció todo un banquete. Finalicé la cena con un par de manzanitas también del lugar y un buen bol de leche, hervida, por supuesto, con un té inglés de mi maleta.
Me desperté de madrugada, cuando la Dama negra, con su manto de estrellas, comenzaba su viaje a otra parte, en su eterno giro del mundo. Mi cuerpo  está a ras de la nieve, a sólo 30 centímetros, separada por un cristal. Solo oigo los latidos de mi corazón y ahora sus impulsos en el teclado del ordenador.
Olía a tigre porque la sola camiseta térmica que poseo, me aísla del frío, durante el día y la noche. Mi crecida barba me confería un aspecto adanesco. Reté al frío y me di una ducha de supervivencia.
Es el primer día del último mes de este año. Hemos atendido los animales; las tres vacas de raza jersey nos han regalado la leche de la mañana. Hemos servido un poco de leche a las terneras recién nacidas y hemos recogido los huevos de los nidales de gallinas. Al rebaño de gatos de la casa, le ha caído su ración de leche. También hemos alimentado a los “canadienses”, Shine y Ninja, dos caballos descendientes de la colonización francesa, adaptados al ecosistema y que han  adquirido una morfología específica de la región. Algo similar a los cimarrones, descendientes de los caballos de los conquistadores españoles, que relinchan salvajes y libres en las grandes y frías praderas del oeste americano.
Subí al granero y tiré por la ventana, 5 pacas de heno. En principio, no tendría importancia, pero la foto demuestra por donde y hacia dónde hube que subir y el miedo de estropiciarme por no decir algo peor.  
Bebí un bol de la leche que habíamos ordeñado y comí dos huevos recién extraídos de los nidales. Ana, se metió entre las tetas y la espalda nada menos que 5 huevos a la plancha, que pueden verse en foto. Tenía soltura, habilidad y remango que demostraría más tarde, levantando barriles de acero inoxidable de gran peso y tamaño.
Reemprendimos la jornada. Esta vez, la tarea era envasar unas 5 toneladas de maple, para los restaurantes más conocidos de Nueva York. Entre envase y envase, pensaba que los aficionados a la savia de arce, el maple, eran después de todo, una especie vampiros vegetarianos.
La jornada fue dura, pero de cuando en vez, me daba un chute de maple de gran pureza y me alegraba el momentillo. A ratos libres, disparaba el gatillo de la cámara fotográfica, con la curiosidad de un japonés y la rapidez de un pistolero del oeste americano.
Esta noche, volverá a casa la madre de familia,  verá a su ex marido, Pájaro Volador y a su hijo mayor, Abrahám, que dada su altura superior a los dos metros, le he bautizado como Jinchomán.
Esta noche, debo poner orden en el cuarto, si no quiero que parezca la habitación de un adolescente.
Soy el de siempre, el contador de cosillas de la vida, el charlador del mercado, el artesano de la sonrisa y el abuelete de los chascarrillos. Y hoy, he sudado en la nieve, entre en un ida y vuelta, un que te llevo que te traigo, y un poco de tensión de escalada. Y ya cierro el día del último mes del año que se va, maldita sea su estampa, por haberse llevado dos seres queridos y haber traído tantos disgustos.
En un lugar de Lac Mégantic, donde el día es blanco y radiante y la noche, negra y estrellada; donde la belleza es simplemente la armonía con la Naturaleza. 1 del 12 del 13

















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