sábado, 10 de enero de 2015

La llamada de las llamas

Hacía – 18ºC. Eran las 6:30 de la mañana y salimos hacia una sala de despiece sita junto a una de las largas y heladas carreteras del lugar. Media hora más tarde, a medida que un carnicero y su hijo, fileteaban las dos vacas que habíamos sacrificado días antes, Ana, su hermano y yo, metíamos la carne ya preparada en bolsas al vacío.
Tres horas después, todo estaba en casa bien guardado, mientras que el perro y los gatos, se daban un homenaje con algunos de los huesos.
Comimos filete, ¡cómo no!, descansamos un poco y me preparé para ir a la tienda de donde salía la furgoneta a Sherbrooke. Ana me había regalado queso, manzanas desecadas y cuero de fruta, una especie de compota de manzana desecada al horno. El pequeño calentó la cerradura de su lado del coche con un secador de pelo, pues no cerraba por congelamiento. En una cuesta abajo que terminaba en curva cerrada, se le fue el coche y quedamos mirando en sentido contrario, pero finalmente, superamos el susto, cogí una muestra de arena en el Lac Mégantic para la colección de mi hijo y fuimos hacia la furgoneta.
El vejete de días pasados, nos colocó como se debe; es decir, los niños con los niños, las ñoras con las ñoras y los viejos con los viejos. No fue complicado, pues sólo éramos 6 viajeros de 10 posibles.
Mi nueva familia me recogió, ésta vez sí, en la estación de autobuses. Había dejado atrás, Marston, el lugar de 800 metros de altura donde viví enterrado en nieve y embarcado en la ciudad. Pregunté a la joven dependiente cómo se conocían allí los jóvenes, pues no había un solo lugar de reunión en el pueblo y me respondió que cuando van a la escuela.
La nueva casa, es la versión moderna del Arca de Noé, con 5 perros, 4 gatos, una veintena de cabras de cachemir y casi una docena de camélidos entre alpacas, llamas y un híbrido entre ellas. Cierran la lista, las gallinas y los patos.
El ambiente es culto y refinado. La vida es muy relajante, si recuerdo el pasado reciente y declaro pasado el pasado, aunque esté reciente, reciente.
Comparto la casa con una encantadora francesa de 25 años, dulce, tranquila, amante de hacer punto y con rasgos totalmente caucásicos, aunque su abuelo vietnamita, le regalara el apellido Nguyen. Eva, lleva mes y medio en Canadá y recorrerá todo el país, desde Quebec hasta la Columbia Británica, durante casi 4 días de autobús, para continuar aún con sus diversas estancias Hepex ya organizadas. Mientras, yo habré vuelto a casa a recuperar la normalidad.
He comido pan y he bebido vino, he trabajado lo justo dividido entre 2 y he disfrutado con los animales. Desde la ventana y al calor de la chimenea, se ve un precioso paraje nevado y está nevando.

 Compton, 8 de diciembre de 2013. 




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