sábado, 10 de enero de 2015

Schwarzenegger

Pobre Schwarzenegger, un muchacho espléndido con una musculatura extraordinaria. Gustaba de pavonearse, como el más fuerte del corral e incluso, me atacaba si fuera preciso, para defender su territorio.
Verme y erizar sus plumas era un espectáculo y lo hacía cada vez que entraba en el arca de Noé. Incluso, cegado al verme, no respetaba el territorio de las tres vacas jersey, que le propinaban más de un golpe con el morro.
Su presencia, imponía incluso a los dos gallos del corral, tan fieros, cantarines y salta-gallinas, ellos. Pero ayer fue un día agotador, en la planta de envasado de azúcar de arce y hoy estábamos muy cansados; tanto, que Julia, la dueña de la casa, decidió no coger el fusil para matar dos vacas. Eso, será mañana, si lo es. Pero hoy estaba la cosa para un asesinato menor, pero nada despreciable y le tocó la lotería al pobre Shwarzenegger, el padre de todos los pavos del lugar.
Tan hermoso, tan grande y tan soberbio, que más que para un día de Acción de Gracias, daba para más de una semana.
Julia amarró sus patas y lo colgó de un soporte. Hicimos una pequeña oración previa y le seccionó la garganta. Minutos más tarde, el apuesto, bello, chulo y pendenciero animal, colgaba inerte. Suspendido en el interior del arca de Noé, las gallinas se arremolinaban bajo él, mientras ella y yo, mano con mano, “pelamos la pava” casi durante hora y media. Las grandes plumas caudales se negaban a salir, pero finalmente cayeron. Tras quitarle la barba y arrancarle el buche, transportamos ya eviscerado al animal. No fue fácil recorrer los 50 metros hacia la casa, pues pesaba más de 20 Kg.
Y ella me contó su vida. En 1972, partía yo para Nouadhibou, Mauritania, para trabajar en una empresa pesquera. Mientras, Julia, de Ohio y su marido Paul, de Nueva Jersey, antes de ser Pájaro Volador, llegaron a Canadá en pleno invierno a una tierra en ninguna parte, llena de arce azucarero. La habían comprado por 5.000 dólares; casi todo su capital. Durante el invierno vivieron en un tipi indio, con más de medio metro de nieve en el exterior. No había agua corriente, ni luz ni carreteras.
Al verano siguiente, hicieron una cabaña de unos 40 metros cuadrados y allí vivían y elaboraban su primer maple que vendían donde podían. La hija mayor, Ana, fue hija del tipi, pero el resto de los hijos, nacieron en la pequeña cabaña de la que solo quedan las ruinas, que tuve ocasión de ver.
El negocio marchó bien, y pudieron hacer la casa actual. El granero, el taller, el garaje, la cabaña del sirope de azúcar, la nave de embotellado, los campos de pasto para el ganado, las diversas huertas, todo vino después gracias a un objetivo común largamente peleado.
Pero el hombre suele ser olvidadizo y gallo de más gallinas. En algún lugar, coincidió con la que ahora es su nueva mujer, llamémosla Teta Nueva y marchó del hogar, de ahí lo de Pájaro Volador.
Fueron pioneros auténticos, como los que conquistaron el oeste americano, solo que en este caso, la brújula les marcó el norte y el frío.
Roto el matrimonio, Julia continúa la empresa con sus cinco hermosos hijos.
Pero a lo mío. Hoy, salvo para el pavo, ha sido un día de relax; he cazado con la cámara, fotos de gatos, gallos, gallinas, vacas, cabras, paisajes y cómo no, mi nuevo chucho amigo, un pastor de ovejas llamado Quinoa, que me muestra cariño por jugar con él a bolazos de nieve.
Tras un yantar de supervivencia, preparé manzanas para desecarlas y guardé las peladuras para las vacas. Este lugar es un santuario de lo bio, la conservación de la Naturaleza, el amor a los animales y algunas reminiscencias hebreas, como el candelabro con velas, la estrella de David, los rezos especiales y la ausencia de crustáceos, moluscos, cerdos y conejos.
Un resumen de  mis fotos del día, ilustrarán mejor que mis palabras.
2 del 12 del 13











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