sábado, 10 de enero de 2015

Sundog

Eran las 8:50 de la mañana y el termómetro marcaba -25ºC. Corrí por la nieve, llevando conmigo a Palala. Me sentía bien y con más resistencia. Las manos doloridas del intenso frío, no me importaban, pues el momento era emocionante.
Anduve por un lago congelado y cuando entré en la casa, desayuné tostadas y helado de nata.
Una incursión por la tienda de lanas de la casa, me mostró diversas madejas de los animales que yo cuidaba, fotos incluidas. Vi creaciones únicas de Kathy, como una larga bufanda del pelo de su perra collie o jabones aromatizados hechos con leche de burra. También descubrí un raro y antiguo artefacto de madera, con una cinta continua; se trataba de un dog power, utilizado en la época, para hacer mantequilla con la fuerza de un perro.
Fuimos a comer fuera. A medio camino, vimos una cascada medio helada con algo de agua cayendo. Nunca había visto algo así, aunque conociera su existencia.
La comida era singular; me ofrecieron medio pichet, pero uno ya desconfía y es un mal pensado, por lo que me tiré al pavo por si acaso.
Se trataba de una reunión de una veintena de mujeres aficionadas a las manualidades de punto, crochet, bordados y esas cosas que gustan a muchas señoras. La mayor, era guapa, encantadora y elegante. Era alemana, tenía 84 años y llevaba 64 en Canadá. Enfrente tenía una encantadora dama, que bien podía ser Halley Mills ya metida en el calendario y el colesterol. A su lado, estaba Nicole. Era gemóloga y amante de la naturaleza en grado avanzado. Había estado en Alaska, esquivando algún oso Grizzli, buscando y obteniendo pepitas de oro en el río. 10 g del preciado metal, era su trofeo. Me dijo que los varones tenemos más riesgo con los osos, porque nos huelen y nos consideran como un macho competidor.También tenía una zorra que había criado desde que tenía los ojos cerrados, oyendo ópera, pues también dirige un coro.
No participaba del intercambio de regalos, pero me cayó una preciosa bufanda de punto de lana negra y una caja de chocolates caseros. Me cayeron varias simpatías, varios abrazos y un beso que te doy y otro que luego te devuelvo, plasmado en cámara para le posteridad. Y lo curioso del caso, que por una vez, no fue mía la iniciativa.
La vuelta era fría, pero mi pescuecillo iba caliente. Kathy paró el coche para que fotografiara un desconocido fenómeno atmosférico para mí; el sundog u oeil de bouc. Era una especie de arco iris redondo como un balón que se forma por acción del frío. Atrapé el fenómeno con mi cámara, pero con poca definición.
Otro parón más adelante, me puso frente a una bandada de pavos salvajes. Me embargó la emoción ver sus perfiles en el horizonte y capturarlos también con mi Canon.
Cuidamos las alpacas a noche caída; nos sentamos al amor del fuego de hogar y nos dedicamos a nuestros afanes personales. Sí señor, un gran día para recordar en este fructífero viaje al frío del norte.
Mañana, sacaré el billete de autobús para Nueva York, lavaré botas y ropas para hacer una impoluta maleta, sacudiéndome los miasmas del camino, pues lo primero es mi nuera y el proyecto de niño sin nombre que me hará nuevamente abuelo.

Compton, a 12 del 12 del 13.

                                                   
                                                                            
                                                    
                                                                         












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